domingo, 19 de septiembre de 2010

Cobardía.

Un paso tras otro, el pie en el suelo, al compás de la respiración, del sonido de la ciudad, del caos creativo de la multitud, otro paso más, y otro, y otro, y pasar los minutos en la corriente del llevar, el guiar, el caer, el escuchar, sincronismo desordenado en las calles abarrotadas de sol, placer, miedo y pesadillas andantes de materialismo y superficialidad.


Chocas con un hombro sin dueño, que camina sin ver, sin mirar, oyendo sin escuchar, rubio, alto, trajeado, como los demás, te ves en el reflejo de un escaparate que invita al consumismo, al desperdicio y a la codicia, a los rangos sociales y la falsa compasión, a la crueldad.

Pelo largo, castaño, liso, ojos oscuros, raya negra, vaqueros, camiseta blanca y chaqueta gris, igual, clon, exactamente mediocre, en el fondo unos ojos verdes te miran, ves cambio en ellos, desafío, apartas la mirada de la rebeldía, del caos real, de la sensación de ser culpable por no destacar, te mira como si te reprochase algo, con odio a tu vida, a tu conformismo, ahora podrías hacer algo, deberías hacer algo, cambiar, pero no, sigues andando, dejando a tras el pánico, al mendigo de los ojos bosque, al relegado de la sociedad, al fracaso, y sigues caminando en medio de la gente, sola, como todos los demás, en sociedad, en tu escalón, dejando que te pisen, a su gusto, rindiéndote siempre, una y otra vez, un paso tras otro.

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